El llamado a unir el cielo y la tierra
16 Diga, pues, nuestro señor a tus siervos que están delante de ti, que busquen a alguno que sepa tocar el arpa, para que cuando esté sobre ti el espíritu malo de parte de Dios, él toque con su mano, y tengas alivio. 17 Y Saúl respondió a sus criados: Buscadme, pues, ahora alguno que toque bien, y traédmelo. 18 Entonces uno de los criados respondió diciendo: He aquí yo he visto a un hijo de Isaí de Belén, que sabe tocar, y es valiente y vigoroso y hombre de guerra, prudente en sus palabras, y hermoso, y Jehová está con él. 19 Y Saúl envió mensajeros a Isaí, diciendo: Envíame a David tu hijo, el que está con las ovejas. 20 Y tomó Isaí un asno cargado de pan, una vasija de vino y un cabrito, y lo envió a Saúl por medio de David su hijo. 21 Y viniendo David a Saúl, estuvo delante de él; y él le amó mucho, y le hizo su paje de armas. 22 Y Saúl envió a decir a Isaí: Yo te ruego que esté David conmigo, pues ha hallado gracia en mis ojos. 23 Y cuando el espíritu malo de parte de Dios venía sobre Saúl, David tomaba el arpa y tocaba con su mano; y Saúl tenía alivio y estaba mejor, y el espíritu malo se apartaba de él.
Como ministros de Dios tenemos la responsabilidad de prepararnos fisicamente (disciplina – excelencia) para servir con excelencia con los dones que Dios nos a entregado porque un día nos va a pedir cuentas de ellos.
Del mismo modo, hay que estar preparados espiritualmente como lo estuvo David para ser efectivos con estos dones teniendo un corazón agradable a nuestro Dios, un corazón contricto, humillado y puro, de esta manera el Espiritu Santo hará cosas poderosas y seremos instrumentos de su Gloria.